Como no podría ser de otra forma, la historia de entidades centenarias como los Montes de Piedad está trufada de acontecimientos asombrosos que atestiguan su evolución de la mano de la sociedad española, siempre con fines filantrópicos.
¿Conoce el origen de los Montes de Piedad? ¿Sabe cuándo iniciaron su actividad en España? ¿Imagina cómo se expandieron por América del Sur y Centroamérica? ¿Es consciente de su estrecha relación con las Cajas de Ahorros? Encontrará las respuestas a estas preguntas (y muchas otras) a continuación.
Historia de los Montes de Piedad en España
Aunque los Montes de Piedad se constituyen en España como instituciones sostenibles de crédito en dinero a partir de los primeros años del siglo XVIII, encuentran sus raíces en las Arcas de Limosna de Castilla (1431), las Arcas de Misericordia, los Pósitos, y muy especialmente en los Montes de Piedad italianos promovidos por los predicadores franciscanos a partir de 1462 (Monte de Piedad de Perugia), instituciones todas ellas destinadas a combatir la usura.
El primer Monte de Piedad de carácter moderno se fundó en Madrid en 1702, por iniciativa del sacerdote aragonés Francisco Piquer, capellán del Monasterio de las Descalzas Reales, con un doble objetivo: el socorro de vivos, mediante la concesión de préstamos pignoraticios sin interés alguno, y el sufragio de las ánimas de los difuntos con las limosnas que los prestatarios dejaban cuando devolvían las sumas prestadas.
Si bien por la influencia indudable de los Montes de Piedad italianos, así como por la personalidad de su fundador, el Monte de Piedad de Madrid tenía un profundo sentido religioso, gran parte de su éxito obedeció a la decisión de su fundador de solicitar el Patronato Real, como “complemento, defensa, crédito y fe pública”. Dicho Patronato Real quedó garantizado tras la Real Cédula de Felipe V de 10 de junio de 1718, que otorga la Carta de Privilegio de Fundación del Monte en la que se incluyeron, además, sus Estatutos que fueron el modelo a seguir por todos los Montes que se fundaron en el siglo XVIII. Todas estas instituciones, a su origen fundacional de espíritu cristiano, unieron asimismo el protectorado de la autoridad civil. Merece la pena mencionar que los Montes de Piedad saltaron de Europa a América, encontrará más detalles en el siguiente artículo: «El peso de los Montes de Piedad en la América española».
Ya en el siglo XIX, el retorno a España de los liberales del exilio, tras la muerte de Fernando VII, trajo la creación en nuestro país de las Cajas de Ahorro por iniciativa privada, creándose la primera de estas instituciones en Jerez de la Frontera en 1834 y constituyendo su primera regulación la Real Orden de 3 de abril de 1835.
En 1838 se creó la Caja de Ahorros de Madrid, que fue instalada en el mismo edificio que el Monte de Piedad de Madrid, y cuyo Reglamento fue aprobado por el Real Decreto de 2 de octubre de dicho año6. La Real Orden del Ministerio de Gobernación de 17 de abril de 1839 estableció la colaboración entre el Monte de Piedad y la Caja de Ahorros de forma que fuera ésta quien proporcionase al Monte los fondos necesarios, obtenidos de sus imponentes, para que llevase a cabo su actividad de préstamo pignoraticio.
La utilización de las Cajas de Ahorros para financiar a los Montes de Piedad resolvía así el problema de recursos que limitaba la expansión de éstos, y simultáneamente, al estimular y rentabilizar el ahorro de las clases modestas, fomentaban la inclusión financiera de gran parte de la población. De ahí que la propia Orden de 17 de abril de 1839 exhortara a los Gobernadores Civiles a promover en todo el país la creación de cajas de ahorros, asociadas de la forma descrita con los Montes de Piedad.
Tras superarse las dificultades derivadas del crecimiento dispar de cada una de dichas actividades -exceso de imposiciones que no pudieron colocar como préstamos los Montes, llegándose incluso a establecerse límites a las imposiciones- el Real Decreto de 29 de junio de 1853, que constituye el primer Estatuto General de las Cajas de Ahorros y de los Montes de Piedad, estableció las bases para la consolidación de ambas instituciones en una sola organización: mismo local, mismos empleados y misma Junta de Gobierno (artículo 13 de dicha norma), a la par que se posibilitaba la creación de Cajas de Ahorros sin Monte de Piedad.
Fruto de dicha obligación de integración, pocos años después se produjeron fusiones entre los Montes de Piedad y sus Cajas de Ahorros (en 1869 la del “Monte de Piedad y la Caja de Ahorros de Madrid”), con lo que ambas instituciones constituyeron a partir de entonces, en todos los casos, una sola entidad jurídica.
Como resultado de esta evolución, durante gran parte del siglo XX y hasta la reestructuración del sector en los primeros años de esta misma década, el Monte de Piedad ha constituido un departamento más de la Caja de Ahorros en la que se integraba.
En la actualidad los Montes de Piedad están integrados, fundamentalmente, en entidades sin ánimo de lucro y con una vocación social manifiesta, principalmente Fundaciones y Fundaciones bancarias.
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