¿Sabías que en el Museo del Prado se puede ver un tesoro de la orfebrería española? ¿Habías oído hablar de la reñida puja por una joya que mantuvieron un actor de Hollywood y un noble español? Pues esto y mucho más es lo que te vamos a contar hoy. Vamos a rebuscar en nuestro pasado para rescatar las historias que se esconden detrás de algunas de las piezas más destacadas de la historia de nuestra joyería.
El Tesoro del Delfín
A principios del siglo XVIII, la joyería española sufrió un duro revés: algunas de las más grandes piezas de la Corte Real desaparecieron de un plumazo. Fue la Nochebuena de 1734, un terrible fuego se propagó por el Real Alcázar de Madrid y durante cuatro días fundió y destruyó una indeterminada cantidad de joyas de los más insignes orfebres del mundo.
En cambio, una colección que Felipe V ‘El Animoso’ se había traído desde Francia, sobrevivió porque justamente en aquellos días se encontraban a resguardo en el Palacio de la Granja. Hablamos del Tesoro del Delfín, un conjunto de orfebrería antigua elaborado mayormente con metales nobles y piedras preciosas, que ha sobrevivido a saqueos de la Invasión francesa y cuyas pocas piezas se conservan en el Museo del Prado de Madrid. Se denomina así por haber pertenecido a Luis de Francia, el Gran Delfín, que falleció durante una epidemia de viruela en 1711 sin haber llegado a reinar.
Las joyas de Atocha
Es conocida la afición que Isabel II tenía por las piezas de orfebrería y las joyas. Un carohobby que cultivó toda su vida y con el que conoció a los artífices más destacados del momento, como Narciso Soria, Carloz Pizzala, Lemonnier o Dumoret. Muchas de estas joyas se perdieron debido a que, durante su exilio, la reina se vio obligada a vender muchas de ellas para vivir.
Sin embargo, de las que perduran hasta hoy, hay unas que ni siquiera fueron hechas para ella. En 1852 la reina encargó la realización de un conjunto de joyas a Narciso Soria para la Virgen de Atocha, como agradecimiento por haber sobrevivido a un atentado apenas dos semanas antes, cuando el cura Martín Merino intentó asesinarla. El conjunto de joyas constaba de una corona de brillantes y topacios de Brasil, con su sobrecorona de plata dorada con ráfagas de brillantes y rosas de esfera, un rostrillo de brillantes y topacios y una corona pequeña para el Niño de dicha imagen, también de brillantes y topacios. Esta última se encuentra hoy en el Palacio Real de Madrid.
La Perla Peregrina
A día de hoy, la Perla Peregrina es una de las joyas sobre la que más se ha escrito en nuestro país y fuera de él. Se dice que se encontró allá por 1515 y ya por aquel entonces fue codiciada por muchos coleccionistas dada su forma de lágrima y su tamaño. El Rey Felipe II la recibió de las manos del alguacil de la ciudad de Panamá y desde entonces la vistieron múltiples reyes y reinas, de Margarita de Austria a Felipe IV, pasando por Isabel de Borbón.
La joya, estuvo en España hasta 1808, cuando José Bonaparte, después de haber invadido el país, ordenó que le entregasen las joyas de los Borbones españoles, ya exiliados. A su muerte en 1844, la heredó su hermano Napoleón, que escasos cuatro años después la vendió por motivos económicos. Desde entonces, la perla pasó por familias de alta cuna y coleccionistas hasta que un día, se subastó en una joyería inglesa. Allí estaban Alfonso de Borbón y el actor Richard Burton, que se enfrentaron en la subasta hasta que, al final, se la quedó el segundo. El protagonista de La Túnica Sagrada le regaló la joya a Elizabeth Taylor, que la tuvo hasta el día de su muerte.
La diadema de lises
En 1906, el rey Alfonso XIII hizo un encargo difícil pero no imposible a la firma madrileña Ansorena, fundada en 1845 por el prestigioso orfebre Celestino Ansorena. Aquel encargo, que cambiaría el destino de la firma para siempre, situándola en lo más alto de la casas españolas, se tradujo en una diadema que Alfonso XIII le regaló a su esposa Victoria Eugenia de Battenberg.
Actualmente se conoce como la diadema de las lises o de las flores de lis y es considerada una de las más importantes de la familia real española. Su diseño lo forman tres flores de lis, correspondientes al escudo de armas de la casa de Borbón, y a día de hoy, siguen sin haber sido puesta por ninguna persona que no fuese reina.
Los rubíes de Niarchos
En 1962, una de las más firmas más prestigiosas del siglo XX y que está presente habitualmente en nuestras subastas, Van Cleef & Arpels, diseñó un collar que marcaría tendencia en todo el mundo por su aparente sencillez en su diseño pero su elegante acabado y vistosidad. Una joya que un multimillonario armador griego llamado Stavros Niarchos, terminaría dejando como regalo de bodas en una suite en la que dormía la reina la reina Sofía de España.
Se trata de medallones de rubíes tallados en forma de cabujón, rodeados de brillantes y otra hilera de rubíes más pequeños, unidos por cuatro diamantes tallados en baguette. La joya, que tenía una estructura original francés, permitía adaptarlo a voluntad de tal manera que durante mucho tiempo también fue utilizado como diadema por la reina, que lo llevó así al Te Deum que los proclamaría reyes. Una joya que Van Cleef & Arpels convirtió en tendencia y que, con el tiempo, lucieron estrellas como Sofía Loren y Audrey Hepburn.
“Posiblemente las joyas y la moda sean las manifestaciones artísticas más cercanas al hombre”, describe la Doctora en Historia del Arte Natalia Horcajo en el libro Arte, Poder y Sociedad en la España de los siglos XV a XX. “De hecho, están en contacto con su propia piel, siendo testigos de su vida y de sus relaciones con los otros”, asegura.
Como estas joyas, muchas otras llenas de historia y de tradición han pasado por nuestro Monte de Piedad. No en vano, se trata de uno de los Montes más antiguos de Europa y lleva más de tres siglos vinculado al mundo de la joyería, con profesionales que se dedican a estudiarlas y difundir el conocimiento que de ellas se aprende.
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