El primer huevo de Fabergé fue hecho en oro amarillo con una cáscara esmaltada blanca.
La idea de decorar un huevo de pascua tan ricamente, que se convierte en una autentica joya, se remonta a la época de los mitos y leyendas vinculados a la Pascua, que se origina en culturas y épocas muy diferentes.
En las religiones paganas el huevo era considerado como un símbolo sagrado de la primavera y la vida. La Pascua fue una celebración de la fertilidad y el renacimiento, el redespertar de la naturaleza después del invierno. La palabra Pascua, en ingles, proviene de la diosa sajona de la primavera y la feminidad, que a su vez se basa en el nombre de la diosa de la fertilidad Ostara.
Los huevos eran una fuente de alimento vital para las culturas antiguas, debido a sus nutrientes. Por este motivo y por su forma suave y perfecta, fue considerado como uno de los milagros de la naturaleza y venerado como un símbolo de abundancia y fertilidad.
La tradición de los huevos de Pascua decorados, por otro lado, parece remontarse a la cultura prehistórica en Ucrania, donde, incluso hoy en día, los huevos decorados se consideran una auténtica obra de arte. Durante la Edad Media, el huevo de Pascua casi desapareció porque la Iglesia quería reemplazar los objetos de culto paganos, con ideas cristianas de resurrección y renacimiento.
Sin embargo, la gente reclamó la tradición pagana de los huevos y, al final, la Iglesia cedió y aceptó el huevo como un símbolo de Pascua. En la edad victoriana, fue la propia reina Victoria la que permitió que el huevo tomara su papel central, incluyendo versiones de lujo en satén y encajes con joyas en su interior, como un símbolo para venerar y honrar como un buen augurio. En el siglo XIX, la joya del huevo finalmente encontró su máxima expresión en las obras maestras creadas por el joyero real Carl Fabergé para los zares rusos Alejandro III y Nicolás II como preciosos regalos de Pascua, para sus esposas y madres.
El primer huevo de Fabergé fue hecho en oro amarillo con una cáscara esmaltada blanca, que revelaba otras joyas preciosas. Después de la revolución rusa, la familia Fabergé fue obligada a huir de Rusia. Desde entonces, la marca Fabergé ha sido vendida y ha cambiado de propietario varias veces. Hasta la fecha, la Casa de Fabergé ha producido unos 50 huevos, muchos de los cuales se pueden admirar en museos de todo el mundo.
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