2.Mar.2017
Por Erika Junglewitz | El otro día estaba leyendo en este Periódico la entrevista con Gemma López, del JORGC, un alegato en defensa de la propiedad intelectual donde pide un NO rotundo a las copias en defensa del creador y pequeño artesano.

Entonces me vino a la memoria algún que otro seminario al que asistí, años ha, que disertaban sobre este tema. Un problema, no solamente para los pequeños, sino también para los grandes como Loewe o Cartier, que luchaban y luchan desde hace años contra el pirateo de más o menos nivel, sin éxito.

Aunque en países como Francia se toma este asunto mucho más en serio, hasta el punto de multar también al consumidor que adquiere copias a más bajo precio, tampoco son capaces de erradicar este problema por completo.

Y yo me pregunto, ¿qué nos pasa a los consumidores? ¿Por qué vemos el hecho de comprar plagios no como un delito, sino como una bagatela sin mayores consecuencias? Recuerdo un viaje organizado por profesores universitarios a China, hace años, donde se insistió al guía de turno en que hiciera una parada obligatoria y extensa, para cumplir con el deseo propio (y los encargos de amigos y familiares) y llenar la maleta con toda una serie de artículos copiados, con más o menos maña. Pero no hace falta viajar hasta China, los “top mantas” nos lo ofrecen a diario delante de nuestras casas.

Esto referente a las copias “puras y duras”, pero ¿qué hay de los plagios que llevan incorporado un pequeño cambio? Un cambio que puede ser en el color o el ancho de una sortija, el largo de un collar, con otras piedras, etc. y con una hechura mucho más endeble y por tanto más barato. ¿Esto ya no se considera copia?

Puede leer el original en: http://www.goldandtime.org/noticia/81418/los-tasadores-de-alhajas-insisten-en-la-creatividad-como-modelo-frente-a-las-copias.html