27.Sep.2016
El diamante es la gema más dura que se conoce pero al mismo tiempo belleza y fragilidad van de la mano.
En ocasiones ocurren accidentes indeseables en procesos como su corte y pulido, así como en el engaste. Una piedra excepcional se convierte en una tarea de extremada delicadeza para quienes tienen la labor de sacar el máximo partido a la gema.
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Un ejemplo nos lo trae la Fundación para la Investigación de las Gemas Fancy (FCRF en sus siglas en inglés), con sede en Tel Aviv. El excepcional diamante en bruto de 16,56 quilates de la imagen inferior se compró en una subasta en Rusia, en julio de 2016. La piedra tenía una fuerte saturación amarilla y se esperaba que alcanzase los 9,5 quilates en talla cojín, con una claridad VS después de su manufactura.

Antes de iniciar su procesamiento la piedra fue analizada buscando cualquier tensión o fractura interna que pudiese tener, pero los resultados mostraron que era seguro trabajarla. Así pues, la gema analizada se cortó en dos partes mediante láser con un óptimo resultado. En un momento dado, mientras la piedra estaba firmemente sujeta, el cortador se dedicó a trabajar con el disco de pulir para formar las facetas de la corona. Pero después de unos pocos repasos el lapidario, con decenas de años de experiencia, vio con espanto cómo, sin previo aviso ni sonido alguno, la gema se había fragmentado internamente por completo.

Llegados a este punto la única solución para ‘salvar’ algo de la inversión consiste en partir la piedra por la fractura e intentar sacar nuevas piezas del máximo tamaño posible.

Para más información consultar articulo original: http://www.goldandtime.org/noticia/81218/Goldtime/lapidaci%C3%B3n-pulido-gemas-profesi%C3%B3n-riesgo.html